La vida que soñamos por lo general está más cerca de lo que creemos. Porque digamos la verdad la gran mayoría de la gente tiene sueños bastante modestos. Casi nadie sueña con vivir en una casa submarina hecha de vidrios espejados y ver pasar a los pulpos y los tiburones mientras toman el desayuno en la cama. Habrá alguno que sea la escepción pero la regla es que la gente sueña con comodidades alcanzables y posibles, y con seguridades razonables.
Pero, ni siquiera eso.
La vida que anhelamos está ahí al alcance de la mano, pero la mayoría de las veces tiene otros dueños y no podemos comprarla. Podemos verla, sentirla, olerla ahí apenas detrás del Blindex de la vidriera, la nariz contra el vidrio.
Henry David Thoureau fue un escritor y filósofo estadounidense de finales de los mil ochocientos, el gran filósofo de la libertad que, estuvo preso en la tierra de la libertad. (Por negarse a pagar impuestos hay que decirlo.)
Thoureau dio un paso más ayá del q común de los filósofos, como planteó Karl Marx en la Tésis sobre Feurbach, (se pronuncia foyerback y queda muy culto pronunciarlo lindo) la filosofía ya se ocupó bastante de explicar la realidad, ahora se trata de transformarla. (Cito de memoria, no es textual.)
Thoureau pasó a la acción, se fue a vivir a los bosques a la orilla de un lago para "aprender lo que la vida tenía para enseñarle y para dejar de lado todo lo que no fuera vida."
¿Que pasaría si hoy día dejáramos de lado todo lo que no es vida?
Casi no queda algo vivo en nuestras vidas, todo es simbólico, abstracto, virtual, comprado, vendido, alquilado. Lo que comemos no es parte de nuestra vida, nos viene prefabricado y envasado no tenemos ni idea del proceso que lleva su producción. El trabajo que consume la mayor parte de las horas del día y de los años de la vida a los hombres y mujeres, nos es totalmente ajeno, no somos dueños ni del proceso ni del resultado. En el trabajo las personas se sienten fuera de si, su tiempo y por ende su vida le pertenecen a otro, tienen que esperar a salir del trabajo para sentirse en si, para ser libres para comer, beber, dormir, cojer libremente y a gusto. Libertad para todas las actividades animales, hasta la hora de volver a ser esclavizados. Sin embargo se nos dice constantemente que el trabajo y el esfuerzo es el único camino posible.
Thoureau dice "el diablo también trabaja arduamente."
Otros dicen: ¡Cómo será de malo trabajar que para que lo hagas te tienen que pagar!
Pone como ejemplo un hombre que disfruta de caminar por el bosque admirando la naturaleza, este puede ser tomado por un vago, en cambio un hombre que camina por el bosque haciendo planes para talarlo y vender madera es un ciudadano modelo, emprendedor y productivo de la sociedad.
Vivimos bajo el imperio de la "hustle culture"; salir, correrse apenas unos pasos al costado no es fácil, seremos llamados perdedores, vagos, ermitaños, antisociales, parásitos y vaya uno a saber qué cosas más. En cada reunión no faltarán los que pregunten con inocencia o inquisitivamente ¿Cómo puedes vivir sin trabajar? Cómo cuando iba llegando a los treinta años y en cada reunión familiar me preguntaban ¿ Y cuando te vas a casar? Cómo si fuese algo del órden natural como los ciclos de las estaciones verano, otoño, invierno y casarse y tener hijos.
De la filosofía y la vida de Thoureau aprendemos que a veces hay que desobedecer. (Es el autor del ensayo que hoy conocemos como Desobediencia civil) El primer paso es tener una razón para desobedecer, el hombre antes que ciudadano debe ser hombre -dice- y debe regirse no tanto por la ley sino por la justicia.
Para tener una razón hay que pensar; pensar ya es una desobediencia en si mismo, cuando pienso desobedezco a la inercia de mis certezas y mis prejuicios individuales y culturales, sociales, prejuicios de clase y de época. Desobedezco, pienso, me obligo reconocer otras posibilidades. Desobedezco a la pereza, a la facilidad de la costumbre, a la zona de confort de lo establecido, por eso pensar es desobediencia y en este tiempo pensar en revolucionario en si mismo.
Thoureau se fue al bosque, se negó a recibir su diploma de Harvard porque estaba hecho sobre piel de oveja, dijo: dejen qué cada oveja se quede con su propia piel.
En el siglo veintiuno parece ser que el bosque como concepto vuelve a ser la única alternativa posible. Hacernos amigos de la tierra, de nuestro cuerpo, del día y de la noche, involucrarnos en la construcción de nuestras casas, nuestro hábitat, involucrarnos en gestionar algo de lo que vamos a comer, recuperar de la manera que se pueda un poquito de nuestra soberanía individual. En definitiva hay que renacer. Cómo la metáfora de Hesse del pájaro que debe romper el huevo para nacer, tenemos que romper una realidad que nos fue dada ya construida según los planos y los gustos de otros y no nos pertenece, ni nos satisface.
No podemos vivir al interior de un sistema económico de explotación esclavizante y enajenante; y tampoco podemos gastarnos la vida en combatirlo. El tiempo es lo único que tenemos, no podemos seguir regalándolo.
¿Qué podemos hacer entonces? El gesto de desobediencia más radical, rechazo de participar, rechazo de ser cómplice de este fallido.
Alejandro Ovejero | Febrero 2025