Tuve un sueño horrible. Soñé que éramos nada. Que al rato volveríamos a la nada más grande y de lo que hicimos, lo que esperamos y soñamos, lo que nos preocupo, lo que amamos o dijimos amar, quedaria nada. Y después de un corto tiempo nadie se acordaría de nosotros.
Por suerte desperté al mundo real donde está la pareja, el trabajo, las compras, el fútbol, el romanticismo, San Valentín, las redes sociales, la política, Dios y todas esas maravillas que rellenan los vacíos oscuros del almohadón de la existencia.
Hay que llenar me-ti-cu-lo-sa-mente cada hueco y cada grieta no sea que desde algún rincón la Nada misma te salte al cuello en cualquier momento y te acogote.
Rellenemos. Dale con la goma espuma.
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