Entre la civilización y la barbarie elegimos la barbarie (y la estupidez). Así las cosas el resultado de la justa es casi natural: uno preso y el otro muerto.
(Elegimos es una forma de decir, porque la división internacional del trabajo dice que al sur está la fuerza bruta y los recursos naturales, la corrupción y la lujuria. Al norte se piensa y en el sur se escarba la tierra y se procrea a los esclavos de mañana. En el norte se comen los frutos del trabajo de otros y en el sur se sobrevive de las migajas. Lo que nos pasa es parte de un plan.)
Seamos sinceros lo que está en disputa no es el volumen de la música, sino quién es el que la tiene más grande. En una sociedad sin estado, donde la ley es
in-aplicable manda el más poronga, sepan disculpar el lunfardo.
En la novela Los hermanos Karamazov de Dostoievski, el personaje dice: “Si Dios no existe, todo está permitido”.
Y si el estado no existe, o se retira y nos deja librados a nuestra suerte? Todo está permitido.
No podemos descartar que a partir de ahora ambas partes salgan armadas.
El capitalismo tardío rompe los lazos sociales, era necesario romperlos para precarizar el trabajo, deslocalizar la producción, separar a los trabajadores que antes se encontraban y se conocían, en un lugar concreto (la fábrica) y compartían una realidad tangible, hoy diferentes procesos se llevan a cabo en lugares remotos del mundo por obreros que ni siquiera hablan el mismo idioma, eso es romper los lazos sociales, el trabajador que antes tenía una identidad, un sindicato, y una dignidad, hoy no tiene nada y cada dos años lo corren de su trabajo y tiene que buscar otro. Esos lazos sociales servían también para que nos reconozcamos con nuestros compañeros y vecinos, con nuestros iguales asalariados, e impedían que nos matemos por una simple discusión de tránsito, o porque no nos gusta la música que pone el otro, un otro cercano al que conozco de mucho tiempo, de toda la vida quizá, pero que se ha vuelto una amenaza. Para ir a hablar con su vecino, el ex policía necesitó salir armado, podríamos pensar en una cuestión sociopática individual, pero ¿Era necesario? Y no solo fue armado sino que desenfundó su arma, cosa que todos los que tenemos algún entrenamiento en el uso de armas sabemos que cuando se saca el arma es para usarla, sino no se desenfunda un arma ni para asustar, solo se saca cuando no queda otro remedio. Pero el policía retirado puede haberse sentido valiente y poderoso pensando que su rival se iba a someter por el miedo frente a un revolver cargado. No pasó.
Estupidez de un lado y del otro.
Una persona armada siempre debe tomarse muy en serio. Es un peligro mortal inminente y enfrentarlo, asusarlo y provocarlo es algo muy tonto, de las actitudes más irracionales y absurdas que vi en mi vida y eso que he visto mucho cine, y mucho cine de Hollywood, donde a veces por estirar un guión se hacen las cosas más incoherentes porque hay que hacer una película y tiene que durar una hora y media, si fuésemos todos sensatos no habría tantas películas o se terminarían a los quince minutos.
Creo que la víctima, ya herido, tuvo tiempo de darse cuenta de su error, fatal e insalvable. ¿Que habrá pensado? Habrá pensado como en el cuento de Horacio Quiroga donde el campesino salta un alambre y piensa que no vé donde está el machete que tiró desde el otro lado un segundo antes de cruzar el mismo, y de golpe siente algo caliente que le corre por las piernas, y ahí al pie de un alambre en el monte misionero piensa: me voy a morir. Nada más ni menos. La muerte cambia la perspectiva de todo, habrá pensado mira lo que me hiciste, un agujero en el pecho, mira lo que le hice a mi familia, morirme en pleno festejo de Navidad, si se pudiera volver un minuto atrás. Pero no.
Todo mal. Todo innecesario, todo triste.
La decadencia está entre nosotros.
Homini homo lupus est.